viernes, 4 de octubre de 2013


Una película:

Confesiones verdaderas (“True confessions”, 1981).


Ficha técnica en IMDB: http://m.imdb.com/title/tt0083232/

Argumento

Basada en una novela homónima, la película cuenta la historia de la reconciliación de dos hermanos, sacerdote uno (Desmont Spellacy, interpretado por Robert De Niro) y el otro policía (Tom, interpretado por Robert Duval). Distanciados porque el sacerdote es el preferido de su madre, su relación acaba de romperse por la investigación que debe hacer el policía a raíz de la muerte de un párroco en un burdel. El asesinato de una prostituta lleva a descubrir su vínculo con personajes poderosos cercanos a la Archidiócesis de Los Ángeles. El detective Tom Spellacy intuye que el principal sospechoso es un magnate de la construcción, Jack Amsterdam, que dona grandes sumas de dinero a la Archidiócesis y facilita que se edifiquen escuelas, hospitales y grandes proyectos de la Iglesia promovidos por el joven y ambicioso monseñor de la Curia Desmont Spellacy, hermano del detective, que se debatirá entre su exitosa y ascendente carrera eclesiástica, o comprometerse con la investigación y dejar en evidencia a las altas esferas diocesanas, debido a la influencia y el poder de Amsterdam –nombrado “católico seglar del año”- ante el Cardenal Danaher.

Estilo cinematográfico

Con una técnica narrativa relativamente simple-el flashback- este drama policíaco logra mantener el interés del espectador a pesar de un ritmo algo lento al principio. Este modo de narrar no se recuperará hasta el final, lo que contribuye a mantener la línea argumental de forma continuada. Es de notar el uso de exteriores en el desierto para las escenas iniciales y finales, con un horizonte amplio a campo abierto, en las que se localiza la parroquia perdida a la que se retira el anciano Padre Fargo, que evoca la libertad y de alguna manera la autenticidad de una vocación religiosa que prueba su valor apartada de los grandes centros de decisión, que recupera las esencias y soportando por amor a Dios ese ostracismo. Contrasta con el uso de interiores para las oficinas de los Ángeles, sus burdeles, la lujosa rectoral de la curia diocesana y la magnífica iglesia donde se celebra la misa solemne que abre la película. Es precisamente en esta escena donde comprobamos la buena documentación en lo que respecta al rito romano, tanto en la Misa como en la confesión. Y la confesión no está incluida en el título de la película por casualidad. Los hechos de la película se sitúan en los años cuarenta, en los que los católicos norteamericanos conocían perfectamente el llamado catecismo de Baltimore, y eso se refleja en lo bien que se sabe confesar hasta el aparentemente impío magnate Jack Amsterdam, quien, a pesar de llevar veinte años sin acercarse al confesionario, conoce las fórmulas a emplear. Por otra parte, se remarca el sigilo sacramental, pues no admite asuntos ajenos a la acusación de los pecados, motivo de conflicto con sus de sobra conocidos penitentes. A pesar de ello, en este sublime ministerio del sacramento de la Penitencia monseñor Spellacy muestra su falta de entrega en el ejercicio de ser juez y médico de las almas. De las sucesivas confesiones que se muestran, la más interesante es la del propio sacerdote protagonista, que se acusa de sus pecados ante el anciano Padre Fargo. Se configura así un cuadro de dramatis personae completo para el drama que se desarrolla.


Los personajes
Tres son a nuestro juicio los principales ya mencionados: monseñor Desmont Spellacy, el padre Fargo y Tom Spellacy, el detective.
-Mons. Desmont Spellacy es un joven sacerdote de gran talento que tiene la virtud de desenvolverse muy bien en la vida social y en el trato con gente influyente, de la que consigue numerosas donaciones para grandes obras católicas de caridad y educación. Esto le aporta prestigio ante el cardenal de la Archidiócesis, que ve en él un sacerdote modelo “que hace lo que le dicen”-frase lapidaria de la película-, quien lo recomienda para Obispo Auxiliar. El asunto turbio de la muerte de la prostituta, que puede salpicarles, ilumina la personalidad del personaje de De Niro, que no titubea al ejecutar la cruel orden de destituir al Padre Fargo, tras muchos años de servicio, y tratar de asignarle un puesto de segunda como capellán de hospital. Su relación con su hermano Tom, detective, tampoco es buena: lo considera el hermano rebelde con vida disoluta que ha disgustado a su madre.
-El P. Fargo. El diálogo con el P. Fargo tras la confesión del monseñor revela la distinta concepción del sacerdocio que tienen ambos: el anciano sacerdote le recuerda que uno se ordena para perdonar a los pecadores, consolar a los enfermos y acoger a los pobres. Su libertad de espíritu se manifiesta en las conversaciones que tiene con Mons. Desmont y con el mismísimo cardenal: le reprocha al joven Desmont su apego al poder: “te gusta el poder”. A lo que le responde: “Sí, pero con él se pueden hacer cosas buenas”. Frente al cardenal, ante el cariz que toman las cosas en la Diócesis, el P. Fargo afirma: “cada vez me siento menos sacerdote y más un empleado de una empresa constructora”, lo que provoca las iras del Prelado y acelera su destitución. Un lacónico “lo siento” es todo lo que recibe de Monseñor Desmont, su joven pupilo, que por un lado parece reconocer la verdad de la doctrina que vive su consejero espiritual en los comienzos de su vocación, pero por otro escoge codearse con los poderosos y contentar al mundo, engañándose a sí mismo a través de una obediencia que se revela en el fondo inauténtica. Incluso en el porte vemos la gran diferencia entre estos dos sacerdotes: Monseñor Spellacy va siempre de punta en blanco, con el pelo engominado y cambia de look según lo exijan las circunstancias (según tenga partido de golf, una recaudación de fondos o una boda), y el P. Fargo no aparece más que con una vieja sotana con la que corta los setos.
-Tom Spellacy es un detective de homicidios curtido en los bajos fondos y disgustado consigo mismo por la vida que ha llevado. No es un hombre familiar: frecuenta prostitutas y es duro con los demás. Sin embargo, su procedencia y educación católicas parecen resonar en lo hondo de su alma, pues se confiesa y todavía tiene capacidad de escandalizarse de algún modo ante la corrupción que conoce tan bien, pero que no acepta, en algunos hombres de Iglesia; siente responsabilidad ante su trabajo y lleva mal que su madre prefiera a su hermano por ser sacerdote. A pesar de todo, demuestra mayor amor a la verdad cuando empieza a descubrir que llegar hasta el final en su investigación puede comprometer a su hermano, que, sin embargo, titubea. En el flashback final se reconciliará con él al conocer que está en las últimas y mostrará su nobleza humana.


Crítica
Globalmente considerada es una buena película, aunque contiene escenas escabrosas e inapropiadas. Nada que objetar a la interpretación de los actores, que son de primera línea (sobre todo De Niro y Duval). Tampoco a los detalles técnicos que ya hemos mencionado. No la recomendamos para todos los públicos en el sentido de ver una película “de sacerdotes” sin más, pues propone cuestiones que suponen cierta formación acerca de lo que es un sacerdote –o lo que debería ser-. El mismo hecho de plantear dos modelos sacerdotales ya presenta un problema (con la dificultad añadida de que entre los dos modelos, el que juzgamos erróneo se muestra en la película como patrocinado por la jerarquía y garantía de éxito), cosa a tener en cuenta para el que pretende ponerla para grupos o personas no avisadas. Será en todo caso a grupos maduros en la fe, ya advertidos previamente acerca de esta problemática y dispuestos a asomarse a los abismos de la miseria humana que es objeto del ministerio sacerdotal. Muy recomendada en cambio a seminaristas en sus primeros años, o personas que después de determinado discernimiento, ha pensado en el sacerdocio y necesitan verlo en la vida misma, sin maquillajes o propagandas que dulcifiquen o distorsionen el ideal de ser nada menos que ministro del mismo Jesucristo.
No se olvidará que la película presenta problemas reales, aunque dramatizados, que se pueden dar en cualquier diócesis, pero muy característicos de la Iglesia en los Estados Unidos. Allí, al no haber subsidios ni ayudas por parte del Estado, debido a la tradición liberal clásica del país, la Iglesia debe autofinanciar exclusivamente con donativos las obras de beneficencia que pretenda realizar. Esto lleva a los párrocos a emplear la mayor parte de su tiempo a buscar dinero con el que mantener las Cáritas parroquiales o los bancos de alimentos, además de tener que pagar a empleados o reparar los templos. No obstante esta dificultad, estamos de acuerdo con la afirmación de la película en boca del Padre Fargo: “me siento cada vez menos sacerdote y más un empleado de una empresa constructora”. Las raíces de este problema se remontan al llamado “Americanismo” condenado por el Papa León XIII en su carta Testem benevolentiae (1899) al cardenal Gibbons de Baltimore. Esta herejía pretendía, con la excusa de ganar a los más alejados de la Iglesia, disminuir o suprimir algunos contenidos de los dogmas de fe y calificaba las virtudes naturales como preferibles en la práctica a las sobrenaturales, negando que toda virtud proviene de la asistencia divina. Además, la vida activa se suponía según esta errónea visión como superior a la contemplativa; en palabras del papa “Ninguna diferencia de dignidad debe hacerse entre quienes siguen un estado de vida activa y quienes, encantados por la soledad, dan sus vidas a la oración y mortificación corporal”. La labor externa, necesaria sin duda, no le corresponde al sacerdote en primera instancia, pues es hombre del sacrificio de la Misa y de la oración por su pueblo, además de practicar las obras de misericordia (sobre todo espirituales), como parte de la cruz que todos hemos de llevar. Cabe pensar sin temor a exagerar que la secularización del sacerdote en la práctica (que se ve en el hecho de poner en primer lugar las obras exteriores, por mucho que sean buenas) termina en diluir la identidad sacerdotal.

Preguntas para la reflexión en grupo
1.       ¿Piensas que monseñor Spellacy es una figura atractiva? ¿Por qué?
2.       ¿En qué se diferencian, aparte de la edad, Monseñor Spellacy y el Padre Fargo?
3.       ¿Son sinceras las confesiones que se suceden en la película? ¿cuál te ha parecido más interesante? Razona tu respuesta.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Concilio Vaticano II, el aniversario (Vatican Two, we love you)



Con el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II (1962-1965) y la celebración del año de la Fe, se impone una reflexión en voz alta. 
En primer lugar, a cincuenta años vista, parece que ha cumplido uno de los objetivos principales que marcó el Papa Juan XXIII al anunciar su convocatoria: la puesta al día (aggiornamento) de la Iglesia en su nuevo modo de hablar al hombre contemporáneo, con una intención pastoral y la apertura al mundo a través de un modo dialógico y no condenatorio.
La puesta al día ha generado una nueva forma de entender la Iglesia para la gran mayoría de los católicos, e incluso podemos decir que ha dado a luz una nueva Iglesia, a pesar de la voluntad de hacer del Concilio un concilio pastoral, es decir, que no tuvo la voluntad de definir nada y que en la formulación de sus Constituciones, Decretos y Declaraciones carece de la forma jurídica de exposición y cánones subsiguientes de los concilios precedentes. Por tanto, nada nuevo en su contenido, sino en su aplicación. Sin embargo, en varias ocasiones los actores del concilio, entre ellos el entonces cardenal Ratzinger, teólogo personal del Cardenal Frings en el concilio, afirmaron que supuso "el 1789 de la Iglesia" y que textos como Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en el mundo, eran un verdadero "anti-Syllabus", refiréndose a la condenación de los errores de la modernidad o "modernismo" por los papas Pío IX y san Pío X. Textos como el citado y otros como Nostra Aetate y Lumen Gentium así lo corroboran.
Así las cosas, nos encontramos ante un auténtico proceso constituyente y no ante un simple acontecimiento pastoral. Es verdad que nuestro país tiene unas peculiaridades que retrasaron la aplicación del concilio hasta prácticamente la época de la Transición, pero eso no quiere decir que no se haya implantado.
Este "1789" en el seno de la Iglesia responde a los estándares de un proceso revolucionario típico, con sus diversas fases, ejecutado en tiempo récord comparado con los dos siglos que necesitó la célebre Revolución Francesa para asentarse:

-1) Preparación. Es sabido que desde mucho antes del Concilio, ya desde finales del siglo XIX -al menos claramente, si no antes-, la estrategia de los herejes fue la de permanecer en la Iglesia a toda costa, para constituir una "quinta columna", que desde dentro fuera desgastando la vida y doctrina de la Iglesia con ataques casi imperceptibles pero constantes, inyectando la secularización en pequeñas dosis. Tales fueron por ejemplo los intentos de atraer a católicos desprevenidos pero entusiastas a las reuniones ecuménicas y a los movimientos de acción social nacidos en el Protestantismo como "Rearme Moral", condenados por el Papa León XIII, o los primeros católicos llamados "liberales" por el Papa San Pío X al condenar el movimiento de la Democracia cristiana en Francia "Le Sillon". En el plano doctrinal, el mismo Papa condenó en la Encíclica "Pascendi" y en el decreto "Lamentabili" la introducción en algunos seminarios de filosofías modernas que acusaban a la Escolástica de estar anticuada y de ser inservible como método. Aún así, la mayoría del pueblo cristiano permanecía ajeno a estos embates y conservó la fe íntegra.

-2) Proceso revolucionario. Durante el llamado "breve" siglo XX, las fuerzas se dirigen a transformar la teología según esos parámetros: Pío XII habrá de intervenir para condenar la Nouvelle Theologie, asentar la doctrina del pecado original y la gratuidad del orden de la gracia en la encíclica Humani Generis (1950). A pesar de sus esfuerzos, brotan con más fuerza que nunca corrientes que van en la dirección contraria: autores como Teilhard de Chardin, Karl Rahner, Henri de Lubac, Daniélou o Hans Urs von Balthasar se convierten en paladines de una supuesta nueva vitalidad del pensamiento teológico, so capa de libertad de investigación, y aunque entre sí divergen en sus posturas, tienen en común la voluntad de crear un nuevo "marco de referencia" para los católicos en sus creencias, su moral y su vida. Cuando Juan XXIII convoca el Concilio, el ambiente estaba preparado aprovechando la pujanza de una situación histórica hirenista (optimismo exagerado), con una esperanza puesta exclusivamente en los mesianismos terrenales y la efervescencia de una generación que rechazó las instituciones seculares creadas por la civilización cristiana, como la familia o las tradiciones precedentes. Este ambiente tenía especial presencia entre la juventud centroeuropea y anglosajona, y menos en los países latinos y sudamericanos.
En el Concilio se vio que precisamente los Obispos centroeuropeos, constituidos como "la Alianza europea" (Conferencias episcopales alemana, holandesa , francesa y austríaca, entre otras) tenía un plan estratégico para tomar los puestos de dirección mediante un dominio aplastante, usando la protesta asamblearia y los medios panfletarios, pues como se vio después, llegaron a imprimir un millón de folletos informativos para los más de dos mil Padres conciliares tratando de influir en su voto al redactar los textos. De este modo lograron cambiar el sistema de mayoría de voto y deponer la Comisión Teológica propuesta por el Papa, que formaban los cardenales de la curia romana en su mayoría. En medio, toda una historia de desatenciones y desaires a las proposiciones y protestas del grupo de Padres conservadores, menos organizados y con menos medios económicos.

-3. Proceso constituyente. Es el nuevo marco de referencia para la Iglesia a partir de entonces. Son los nuevos textos (Documentos, Decretos, Declaraciones) del Concilio. De cómo se redactaron se infiere que la división era grande; la Dei Verbum, constitución dogmática sobre la Divina Revelación, como botón de muestra, tuvo nada menos que nueve redacciones. Pero la maquinaria de la Allianza europea se impuso y para la conclusión del concilio se había consumado el proceso constituyente. Una revolución en toda regla se mostró imparable en los primeros años del posconcilio y fue mucho más allá de éste, produciéndose defecciones en masa de sacerdotes, religiosas, aberraciones litúrgicas, manifestaciones callejeras y parroquiales contra la jerarquía y un largo etcétera. Cuentan que el cardenal Quiroga Palacios, de Santiago de Compostela, murió del disgusto poco tiempo después de que unos seminaristas pro comunismo le recibieran en la puerta del seminario con petardos e insultos en 1971.

-4) "Segunda República" de la era "imperial" de Juan Pablo II. A semejanza con la obra de Napoleón, Juan Pablo II encauza y estabiliza, le da forma, a la nueva Iglesia salida del Concilio, que, después del período agitador, entra en otro sosegado, pero no menos revolucionario. Su liderazgo mundial bien recuerda a aquel proyecto que el mismo Napoleón explicaba:

"Cuando restablecí los altares, cuando protegí a los ministros de la religión como merecen ser tratados en todos los países, el Papa hizo lo que le pedí: apaciguó los espítitus, los reunió en su mano y lo puso en la mía...El Papa me conservó en el exterior del Catolicismo, y con este prestigio y mis fuerzas en Italia, no desesperaba, tarde o temprano, por un medio u otro, de llegar a dominar al Papa, y conseguido esto, ¡qué influencia y qué palanca de opinión sobre el resto del mundo! Yo tenía mi plan y él no lo conocía...Todos mis grandes proyectos se habían cumplido bajo el disfraz y el misterio. Yo iba a elevar al Papa desmedidamente, a rodearle de pompas y homenajes, hubiese hecho un ídolo de él, hubiese permanecido a mi lado, París se hubiese convertido en la capital del mundo cristiano y yo hubiese dirigido al mundo religioso igual que al político" (Memorial de santa Helena, T. V, pgs. 384-401, citado por Jean Ousset, Para que Él reine, p. 225-226).

-5). "Restauración" de Benedicto XVI. A pesar de dar pasos importantes como el Motu Proprio Summorum Pontificum, el Papa ha subrayado la plena vigencia del Concilio como el único camino para la renovación de la fe en el seno dela Iglesia. en el aspecto de gobierno ya vemos que no ha tenido tino en sus nombramientos curiales. Pero la revolución sigue, nos vemos abocados a una situación de hecho insostenible por mucho tiempo y a la lucha cada vez más clara de aquellas dos posiciones que un día se enfrentaron en el curso del concilio, aunque con los matices propios de una nueva época: por un lado, los "conservadores" representan una nueva ortodoxia, la ortodoxia del Concilio, los que pertenecen a la hermenéutica de la continuidad , que creen en la no -ruptura del Vaticano II y reniegan de la Iglesia histórica. Reivindican el estar en sincronía con el mundo moderno, formados por los nuevos movimientos y asociaciones de seglares bendecidas y promovidas por Juan Pablo II; por otro, los católicos que profesan la doctrina de siempre o "tradicionalistas", una parte testimonial aunque con mucha vitalidad, a pesar de sus grandes dificultades, críticos con la doctrina conciliar y en el lado opuesto, los que quieren aplicar el concilio en sentido regenerativo de la Iglesia: llevar a su término lo que se comenzó, llevar a cabo las reformas que todavía faltan (abolición del celibato, ordenación de mujeres, iglesias asamblearias, etc.) para culminar el proyecto. Por último el pueblo despistado, víctima de la secularización, que todavía pulula por las iglesias-un catolicismo sociológico cada vez más decadente, en el caso de nuestro país-, que concibe la Iglesia como una realidad unívoca donde siguen mandando los jefes, existe una fe muy religiosa y funciona todo como un reloj, aunque en el fondo no parece que le de mucha importancia a nada. Hay que reconocer que la Televisión, emitiendo los grandes actos (sobre todo con la juventud) del Papa, ha contribuído a crear este mito, creído a pies juntillas por el pueblo no avisado. Vestigiis hostis absistent, han perdido el rastro del enemigo.

viernes, 17 de agosto de 2012


El liberalismo y Curro Jiménez

En un episodio de Curro Jiménez, bandolero contra el liberalismo donde los haya, ayuda a los liberales a librarse de la ejecución. Se niega a entregarlos al rey Fernando VII, con lo que pierde el indulto que el monarca le había prometido. Licencia cinematográfica de la serie, que pone en el bando liberal a los trabucaires españoles, cosa que nunca sucedió. Una frase interesante del episodio es la de la hija del general liberal rebelde, dispuesto a dar su vida por la "verdadera libertad": "Si no hubiera gente que luchara contra los opresores, a estas alturas estaríamos todos hablando francés". Pues aplicamos el cuento a nuestra querida patria, ya que si se hubiera luchado por dar una alternativa seria al tardofranquismo que no fuese la "verdadera libertad" que nos vendieron los liberalismos de la democracia capitalista, otro gallo cantaría. ¿Qué libertades "verdaderas" se han logrado? Pues aquellas denominadas "libertades negativas", es decir, la ausencia de coacción estatal para ciertas actividades que no vamos a mencionar aquí sin sonrojarnos o apenarnos por la miseria y el desgarro que han provocado...
Curro Jiménez, vuelve. Los del 15-M no saben montar un pollo.



viernes, 27 de julio de 2012


Preguntas sin respuesta

Gallardón ha mostrado su intención de reformar la ley del aborto. Hay que felicitarse por la defensa de la vida, pero, si es una prioridad de este partido del gobierno,
-¿Por qué lo ha dicho ahora, y no antes? ¿Es que acaso la reforma laboral estaba antes que los principios? Si fuera parte de sus principios la defensa de la vida, lo harían por decreto ley sin demora.
-¿Por qué en este "ahora", cuando sus índices de popularidad están más bajos? ¿Es que se pretende hacer odiosa ante la opinión pública la defensa del feto, o es que se hace en un momento en el que no va a tener la repercusión polémica que se espera?

jueves, 26 de julio de 2012

The Way



Ficha técnica aquí.
Argumento: Tom es un acomodado oculista de Los Ángeles que recibe una llamada comunicándole que su hijo ha muerto en Francia, en la primera etapa del Camino de Santiago . Viaja hasta allí para repatriar los restos, pero ante la noticia del Camino, decide incinerar el cadáver, y, con la mochila de su hijo y las cenizas en una urna completará el camino que él no pudo hacer. Por las diversas etapas se encuentra con algunos compañeros que lo acompañarán todo el viaje: una canadiense que quiere dejar de fumar, un holandés que desea adelgazar, un escritor irlandés que busca inspiración. Todos tienen historias que contar, pues, como se repite en varias ocasiones, "nadie hace el camino por accidente". Al principio todos quieren ocultar sus penas, pero poco a poco esa dureza se va deshaciendo a medida que van haciéndose amigos. Las tragedias personales que cada uno lleva se mitigan al saber-pues en el grupo se va comentando todo- lo que el otro no quiere que se sepa, como en el caso del protagonista, pues una tragedia personal llevada en compañía es menos tragedia. Se muestra que los verdaderos motivos de los protagonistas para hacer el Camino de Santiago no son los que afirman al principio, sino más profundos y personales.

-Virtudes. buena factura, un ritmo constante que engancha al espectador de una manera suave, excepto en los momentos de mayor dramatismo. Las interpretaciones están fuera de duda por parte de la familia Sheen (por cierto, originarios de salceda de Caselas, Pontevedra), y de los papeles breves como el de Ángela Molina. Filme realista, refleja muy bien lo que es el Camino, algo muy accesible por otra parte, pero en este caso se ve que se ha querido hacer un cuadro figurativo y no abstracto de las cosas. Los que han hecho alguna vez el Camino Francés de Santiago se verán reflejados sin duda en alguno de los personajes. No elude las dificultades de un peregrino, aun en la época actual, el tema de la penitencia se habla sin rubor. Se reconoce que está lleno de católicos no practicantes y la necesidad de rezar (en la escena del Padre Frank, un cura con cáncer de Nueva York que va repartiendo rosarios a la gente) y ante el anonimato e individualismo de las grandes ciudades, se contrapone la necesidad y facilidad para comunicarse en el Camino, para hacer amistades y ganar en humanidad. Los conflictos entre peregrinos son tratados quitándole hierro a las discusiones, aun a las peleas. En fin, un retrato fiel de lo que es el camino y lo que lo rodea.

-Defectos: las cosas que intenta promocionar (que los católicos no practicantes sí lo hagan, por ejemplo) no quedan bien promocionadas. Ninguno de los peregrinos se confiesa al llegar a la Catedral de Santiago, no sabemos si todos son católicos, pero al menos del protagonista sí. Se conforman con constatar pequeños milagros como que el escritor irlandés, que había decidido no entrar nunca en una iglesia debido a los escándalos en su país, lo haga al llegar a la catedral. Lo mismo Josh, el holandés bonachón, acaba arrodillándose en el pórtico de la gloria. Es verdad que en esto también la película es fiel, pues la mayoría de los peregrinos no se confiesan y sus ideas sobre la religión son un popurri de todo lo que hay de confuso por ahí. Se muestra el camino como lo que es, un itinerario personal, pero que en el caso del peregrino católico (¿puede llamarse así alguien que no lo sea?), no del viajero, mochilero, buscador de sentido de no sé que, ha de terminar por reencontrarse con la fe perdida (en Dios y en la Iglesia, claro) y empezar una vida de práctica de sacramentos y de oración. Y para eso hay que volver a la Iglesia.
También la peculiar historia de la cremación y el esparcir los restos por todo el camino hasta llegar a Muxía es un rito extraño al catolicismo. Eso sí que no se lo han inventado los peregrinos medievales. es cierto que la Iglesia no dice nada sobre dónde deben reposar los restos incinerados. Y que permite la cremación desde tiempos recientes: el Código de derecho Canónico de 1983 (Canon 1776, #3), siempre que no sea por razones contrarias a la fe cristiana. En esto hay una nueva postura, pues antes no se permitía la cremación por el indiferentismo religioso que daba a entender y la disolución del sentido escatológico de las exequias.
-Por último, he de decir que a los españoles no nos dejan demasiado bien en la película, salvo a los gitanos. En una escena le roban la mochila al protagonista y persigue a un chaval gitano. El padre se entera y obliga al rapaz a devolverle la mochila y la urna a Tom. y les invita a él y a sus amigos a una fiesta gitana. No podía faltar el toque antidiscriminatorio y salvador de los americanos, cosa que difícilmente soportan y que es reflejo también de su desconocimiento de la realidad europea. Los franceses, representados en el gendarme que atiende a Tom a su llegada, quedan como gentes hospitalarias, amables, humanas (esto es verídico, nada que objetar). los demás europeos como el escritor irlandés y el chico holandés como gente habladora, normal, sin fobias. Y la canadiense, a pesar de ser una mujer con un trauma, se comporta de una manera natural. Sin embargo, los españoles cobran el protagonismo en las siguientes escenas: la ruda y arisca hospitalera de Roncesvalles; el dueño de un hotel que está loco; una venta al más puro estilo quijotesco; la excesiva importancia que le dan a la diversidad de formas culturales (que si los pinchos no son las tapas, etc.) en Pamplona, dejando claro que aquello es la "España vasca"; los policías que empujan al holandés y lo tiran en burgos al detener a Tom por borracho; etc...Un pueblo, el español, que parece confundir sinceridad con brusquedad y nobleza con altivez. Hasta cierto punto estoy deacuerdo, pero es una visión demasiado sesgada. Lo malo es que para ver gente diferente o buena hay que buscarla, y esta otra la encontramos fácilmente...Buen camino.

jueves, 5 de julio de 2012

Esbozo de crítica de la cultura contemporánea


La Posmodernidad considera inaceptable la pretensión de universalidad de la cultura europea, señalando la validez de todos los modelos culturales, e incluso elevando a dogma el relativismo cultural. La antropología cultural ha querido desplazar a la cultura como objeto de estudio de la filosofía. Pero esto ha llevado a las disoluciones.


El relativismo cultural ha fracasado en su intento de universalizar, o mejor dicho, de poner asimetría y traducibilidad absoluta entre las diversas culturas, lo que no es sino una idea más sobre el hombre como mero animal adaptado al medio. frente a esto se perdería el elemento constitutivo y diferenciador del hombre, que es la racionalidad. Husserl, inspirándose en Fichte, nos pone en la pista de una cultura universal en esta etapa de la globalización: la producción de una cultura que haga al hombre más humano, un orden moral del mundo, según su propia formulación del imperativo categórico kantiano. Ahora bien, estas decisiones individuales éticas que se irían conformando en comunidades de cultura junto con los otros requieren una determinación específica, la de querer formar parte de esa comunidad de cultura. En nuestra época predomina en cambio la cultura fáctica, donde hay productos culturales inauténticos u orientados no por un ideal ético, sino por el lucro. Las grandes compañías discográficas, las productoras de medios audiovisuales y las TIC (Tecnologías de la información y Comunicación) producen unos productos culturales de masas que, en pocos casos, están determinados por un ideal ético, o cuando lo están, solamente parecen estarlo, debido también a que los valores éticos de una comunidad cultural auténtica pueden convertirse a su vez en un reclamo o producto de autoconsumo. En este sentido podríamos decir que los valores fundados de Husserl se pasan finalmente a valores aislados o de la sensibilidad: un banco puede utilizar -y de hecho lo hacen a menudo- un valor de la cultura auténtica para vender un producto de la cultura fáctica, como cuando en publicidad nos presentan sus valores en obras sociales o su apoyo a los más desfavorecidos.

-Siguiendo a Husserl, no podemos decir que la cultura contemporánea sea "auténtica", pues, según el ideal de cultura sus miembros han de estar determinados por el ideal ético. O, al menos, no podemos decir que sea auténtica en un sentido absoluto o siquiera "mayoritario". Es cierto que hay elementos en la cultura contemporánea que podemos calificar de auténticos, en el sentido de pequeñas comunidades determinadas por el ideal auténtico, y que tratan de propagarlo a la manera de ese "principio espiritual" de Huygens, comparación usada por Husserl (estas comunidades "expandirían" o "irradiarían" el bien a su alrededor). Sin embargo esas comunidades determinadas por el ideal ético están lejos aún de determinar a la sociedad en una dirección. Parece más bien que la sociedad está marcada por la masificación, el individualismo y las miles de concepciones diferentes de vida buena o de un modelo de cultura ideal. Estos problemas inherentes a la democracia no ocultan que la concepción liberal de libertad -básicamente como "ausencia de coacción" se ha impuesto y que es muy difícil englobar a una entera sociedad en una dirección sin ningún tipo de "coacción", sin presentar lo que es mejor para el bien común de una sociedad y poner al margen lo que la amenaza con arruinarla. Y esa es una "coacción" que ha de venir de la autoridad establecida en primer lugar. No somos ángeles. 

-Por último, una mención a la filosofía. Es sabido que en el conjunto de la cultura fáctica imperante, la filosofía sólo se tolera como ilustración cultural de tipo histórico, que no influiría a nivel científico, como pretende Husserl, sino solamente en el estado de opinión general no profesional de la ideal. Esta preferencia de facticidad por racionalidad es un grave escollo para esa propagación del ideal de cultura que se propone.  

sábado, 2 de junio de 2012



Los valores
Estamos acostumbrados -domesticados, más bien- a oir eso de "educar en valores", "poner en valor", "se han perdido los valores"....Hasta el punto de que se ha identificado como una parte básica del pensamiento conservador actual el tema. Que nadie piense, en cambio, que esto es una contribución del tradicionalismo político, de la labor educadora de las Escuelas nacionales franquistas o de la Falange y de las JONS.

Los valores pertencen a la reflexión filosófica moderna y actual, sobre todo en el campo de la Antropología Filosófica y de la Filosofía Moral. Para este pensamiento, el valor pertenece a la dimensión propiamente humana y no de las cosas, pues es el hombre el que les da valor. Aquí hay que mencionar el ideal de cultura en el que se mueven los grupos humanos, que para la disciplina mencionada suele ser una cultura que haga al hombre ser más hombre, más humano. Por tanto, los valores dependerán del concepto de cultura que se tenga, del ideal de cultura.
Los valores no son por tanto para el pensamiento actual entidades separadas que se aplican a las cosas, como si le añadieran algo, sino algo completamente subjetivo, que depende del individuo y, al sedimentarse, de los grupos. así que la pretensión de que "hay que volver a los valores" es una pretensión no de volver a las esencias, sino de rendir culto a la subjetividad. Como hay mucho conservador liberal y laico, que incluso simpatiza con la Iglesia católica (que ha hecho suyo este discurso desde hace relativamente poco), hay que aclarar que ir a misa o ser miembro de una cofradía no tiene nada que ver con "tener valores", en el sentido mencionado. No quiere decir, por ejemplo, que los valores sean cumplir los mandamientos o ser una persona "sana". Quiere decir que en la sociedad multicultural e individualista hay que marcar unos mínimos de convivencia para que esto sea habitable y agradable. Nada más. Intereconomía tendrá que cambiar el discurso, me temo.

-Nada que ver con las esencias:
-Nunca se habló de valores en la Antigüedad: de virtudes sí. Pero no es traducible a "valor". La virtud es un principio operacional en forma de hábito para alcanzar lo que se persigue.
Hay un ideal de vida (eudaimonía o felicidad) que se pretende alcanzar. Por tanto, la vida buena está orientada a un fin (telos), tiene un teleología. Esto no se tiene en cuenta para la vida de hoy, puesto que está regida por las virtudes cívicas o políticas. No hay un fin único, sino muchos fines y muchos medios para alcanzarlos. Y sobre todo, el fin del bien común ha desaparecido en favor del consenso. Podremos hablar de valores, pero serán flatus vocis, entelequias que no tienen influencia más allá de la casa de cada uno, pues su consistencia no está hecha para traspasar las puertas. Solamente se podrá argumentar, dialogar....etc.